1. ¿Por qué es necesaria la Iluminación?
San Agustín plantea que la iluminación es necesaria para
darnos cuenta de lo que está bien y de lo que está mal, ya que esta se nos
presenta como la luz que nos ayudara a seguir el camino que esta correcto o el
camino incorrecto.
2. ¿Cómo demuestra San Agustín la existencia de Dios?
Dado que dios en tanto ser absoluto y creador de todas las
cosas es central tanto para la religión cristiana como para la Filosofía de
Agustín, este tiene la necesidad de justificar la existencia de aquel no sólo
por medio de la fe, sino por medio de argumentos racionales. Estas son las
pruebas de la existencia de dios según Agustín. Dios y la verdad se
identifican. "El poder del verdadero Dios es tal que no puede permanecer
totalmente oculto a la criatura racional, una vez que haya comenzado a hacer
uso de la razón.
"Si se exceptúan algunos hombres cuya naturaleza esta
corrompida por completo, toda la especie humana confiesa que Dios es el creador
del mundo". Eso es dios.
3. Explica por qué se dice que la moral agustiniana es
voluntarista.
En los tiempos modernos que viven en el mundo a entender la
moral es a su vez a las preguntas formuladas el mismo sistema que con
frecuencia es la inversión impregnada de valores. En este sentido hablar de
salvamento pudieran ser un aspecto moral de los seres humanos que lleva al mal.
Por lo tanto, al analizar la moral agustiniana es necesario, en primer lugar,
entender al hombre como un ser compuesto de cuerpo y alma. Vamos a analizar el
problema de la moral en Agustín teniendo en cuenta el bien y el mal como la acción
humana en su relación con Dios.
4. ¿Cómo es compatible la existencia de Dios y su acción
creadora con la presencia del mal en el mundo?
Si partimos del supuesto de que la idea de Dios incluye las
cualidades de la omnipotencia y de la bondad infinita, existe un argumento,
defendido ya en la antigüedad por los epicúreos, cuya conclusión rechaza la
existencia de un ser que reúna a la vez en su esencia esas dos cualidades. Se
trata del argumento que toma como premisa fundamental la de la existencia del sufrimiento.
En los últimos tiempos se lo sigue considerando por parte de diversos
pensadores como un argumento concluyente en contra de la existencia de Dios. «
Es inútil argüir que el dolor del mundo se debe al pecado.
Si yo fuera a engendrar un hijo sabiendo que iba a ser un
maniático homicida, sería responsable de sus crímenes. Si Dios sabía de
antemano los crímenes que el hombre iba a cometer, era claramente responsable
de todas las consecuencias de esos pecados cuando decidió crear al hombre. El
argumento cristiano usual es que el sufrimiento del mundo es una purificación
del pecado, y, por lo tanto, una cosa buena. Con el fin de afirmar esto, un
hombre tiene que destruir en él todo sentimiento de piedad y compasión.
Tiene, en resumen, que hacerse tan cruel como el Dios en
quien cree. Ningún hombre que cree que los sufrimientos de este mundo son por
nuestro bien, puede mantener intactos sus valores éticos, ya que siempre está
tratando de hallar excusas para el dolor y la miseria» Comentario de las premisas
y de la conclusión
Además y aunque esta respuesta por sí sola sería ya
suficiente para refutar el valor de la anterior objeción, puesto que con sólo
la presencia de una mínima porción de mal no causada por el hombre el argumento
conserva toda su validez, hay que señalar que si el hombre fuera causa parcial
del mal, ello implicaría que el hombre, supuestamente creado por Dios, no sería
bueno, ya que el modo de ser de cada cosa se conoce por sus manifestaciones y
por sus obras , con lo que el problema volvería a plantearse referido en este
caso a la naturaleza humana. Como objeción a estas consideraciones se cae a
veces en la ingenuidad de pretender explicar el mal a partir de la naturaleza,
suponiendo que de esta forma Dios quedaría al margen de las diversas
calamidades y sufrimientos que rodean la existencia de los seres vivos. Pero es
evidente que, si la naturaleza produce el mal, en tal caso la naturaleza será
mala, y, en consecuencia, de la misma manera que se considera responsable de un
asesinato a la persona que disparó y no a la bala que atravesó el corazón de la
víctima, igualmente habría que entender la relación entre Dios, la naturaleza y
el mal, considerando a Dios como causa del mal, y a la naturaleza como un
simple instrumento para su manifestación. Sin embargo, en estos casos se olvida
que la omnipotencia de Dios podría impedir la existencia de esa fuerza del mal,
mientras que su bondad infinita le llevaría efectivamente a impedirla.
Por lo que se refiere a la segunda premisa, una de las objeciones
que se le hacen consiste en indicar que quizás el sufrimiento podría ser bueno,
al menos en un sentido semejante a aquel en que lo es una intervención
quirúrgica, la cual, aunque resulte dolorosa, es causa muchas veces del bien de
la curación. Otra objeción que suele utilizarse a veces es la de que el hombre
no está capacitado para comprender en qué consiste la bondad de Dios, y que el
propio sufrimiento podría ser bueno en algún sentido oculto para nosotros, pero
compatible con esa forma especial de la bondad divina. La réplica a esta
objeción consiste en señalar que referirse a la bondad de Dios como a algo
ajeno a las posibilidades humanas de comprensión es utilizar palabras vacías e
inútiles. Pues, si decimos que Dios es «bueno» y, a continuación, «aclaramos»
que «bueno» no significa lo que todo el mundo piensa que significa, y no
explicamos qué es lo que pretendemos decir con esa palabra, en ese caso
estaremos perdiendo el tiempo y haciéndolo perder a quienes nos escuchan.
La conclusión que deriva de estas tres premisas es, como ya
sabemos, que no puede existir un ser que reúna al mismo tiempo las cualidades
de la omnipotencia y de la infinita bondad, o, lo que es lo mismo, que o bien
tal ser quiso pero no pudo hacer un mundo sin sufrimiento y, en tal caso, no
sería omnipotente, o bien pudo pero no quiso y, en tal caso, no sería
infinitamente bueno. Si, por otra parte, llegamos a considerar que el concepto
de Dios sólo puede aplicarse a una realidad absolutamente perfecta, y
consideramos además que el poder y la bondad deberían ser constituyentes de
dicha perfección, en tal caso la conclusión evidente de todas estas
consideraciones es la de que Dios no existe.